Esta fascinante historia se empieza a escribir allá por 1906 cuando un tal Pierre Jules Boulanger se hace amigo de Marcel Michelin.
Durante el servicio militar para la Tercera República Francesa se hicieron grandes amigos pese a tener proyectos de vida tan distintos.
Pierre estudiaba Bellas Artes y soñaba con ser pintor, mientras tanto Marcel esperaba tener la edad suficiente para ingresar como directivo de la empresa de su tío 'Compagnie Générale des Établissements Michelin', sí, la de los neumáticos. Terminada la Primera Guerra Mundial Boulanger sepultó sus sueños artísticos para aceptar un puesto en Michelin junto a su amigo.
El detalle es que Boulanger llegó mas alto que el sobrino del dueño y se convirtió en el segundo de la empresa. El destino quiso que en 1934 la empresa Citroën pasara por una crisis financiera y su principal acreedor se hiciera cargo de su administración, esta era Michelin.
Edouard Michelin puso a cargo de la automotriz a su hijo Pierre pero este fallece casi de inmediato. Sin dudarlo le dio el puesto a su hombre de confianza Pierre Jules Boulanger que en solo 2 años puso a la empresa de pie.
Pero en 1940 la empresa quedó en la zona de ocupación alemana y los nazis tomaron el control. Boulanger se vio obligado a satisfacer los pedidos de los invasores, concentrar todos los recursos de la empresa en la producciones de los camiones T45 y T50.
Pierre era un viejo zorro y se mostró muy servicial, pero tenía un plan para sabotear toda la producción. Su primer paso fue ralentizar los tiempos de fabricación fraguando los libros con los datos históricos de entrega de unidades. El segundo era mas sofisticado, debía esconder una falla que inutilizara los camiones pero después de varios días de uso.
Primero intentó colocar un pequeño caño desde el carburador para derivar combustible hasta el carter del aceite. Este método arruinaba las propiedades del lubricante pero era muy arriesgado ya que cualquier alemán con mínimos conocimientos de mecánica descubriría la trampa y terminarían todos fusilados.
Sin embargo no se rindió y encontró una manera mas simple de sabotear sus camiones. Ordenó que en las varillas del medidor de aceite, la marca del máximo se hiciera mas abajo, mucho mas abajo. Los camiones salían de fábrica con menos de la mitad del lubricante necesario.
Francia se convirtió en un cementerio de camiones Citroën que fallaban sin llegar a los 500 kilómetros de uso. Alemania inició una investigación pero el sabotaje era tan sutil que la invasión aliada los encontró sin haberlo descubierto. Pierre se mató en 1950 en un accidente a bordo de un Citroën Traction Avant.

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